jueves, 18 de junio de 2015

¿Bajada de sueldos de los alcaldes e interim managers en la administración?

        En esta última semana, hemos podido asistir en algunas ciudades españolas, a hechos como ver entrar a un alcalde en bicicleta en un consistorio o anunciar la bajada de sueldos de alcalde y concejales. Hay quien ha tildado dichos actos como ridículos, populistas, etc., pero ¿acaso no debemos de exigir a nuestros representantes que adopten formas de vida y de trabajo acordes a los tiempos en los que nos encontramos?

            Tras esta larga crisis, hemos visto como cambiaban muchos de nuestros hábitos de vida. Cada vez hay mucha más gente que ha empezado a utilizar el transporte público o las bicicletas compartidas. Cada vez más ciudadanos han sufrido descuelgues salariales o acuerdos de reducción de salarios para prevenir ere´s o cierres de empresas. Compartir coche, comer de menú en vez de a la carta, buscar el “low cost” o la oferta “last minute” configuran nuestra matriz de toma de decisiones diarias. Y todo esto se vertebra en torno a una idea, ahorrar para adaptar nuestro maltrecho presupuesto a nuestro estilo de vida. Y es curioso, porque aún nos da para ser más solidarios o ayudar a algún familiar en problemas (¿qué sería de esta sociedad tan sacudida por el desempleo sin el soporte de la familia?). En definitiva, somos mucho más eficientes.

            Y dado que esto es así para la gran mayoría de los mortales, ¿porque nuestras instituciones y las personas que las componen han de ser distintas o tener privilegios heredados del pasado que no nos podemos permitir?

            Por eso, desde este blog aplaudo todo este tipo de iniciativas en nuestra clase política, independientemente del color o ideología. Esto solo les hace más eficientes como ciudadanos. Lo que está muy bien.

            Pero los ciudadanos lo que reclamamos no es solo ciudadanos eficientes en nuestras administraciones, sino administraciones eficientes, con dirigentes eficientes que cumplan con las funciones para las que fueron concebidas de una forma eficiente.

            Al inicio de la crisis, nuestro tejido empresarial (compuesto básicamente por pymes) se encontró de la noche al día en un ecosistema hostil que lo obligo a tomar medidas extraordinarias con gran celeridad. Lo que nos encontramos fue empresas con un alto endeudamiento, sin liquidez, sin acceso al crédito y con alto nivel de morosidad. Estructuras pesadas, crecidas al amparo de la bonanza económica. Mercados en recesión (algunos le llamaron desaceleración acelerada), dependientes casi en su totalidad del mercado interno. Y hubo que hacer nuestras empresas eficientes, porque las que no se adaptaron a este nuevo ecosistema, desgraciadamente murieron.

            Con toda esta necesidad de cambio, tomo cada vez más relevancia una figura importada del mundo anglosajón que irrumpió con fuerza en el panorama empresarial español cosechando grandes éxitos. El interim manager.

            El interim manager es un ejecutivo con amplia experiencia en la gestión empresarial del cambio y en situaciones de crisis, que una organización puede contratar bien a tiempo parcial o durante un tiempo determinado con una misión muy concreta.

            Y volviendo a nuestras administraciones, si las comparamos con nuestras empresas al principio de esta larga crisis, ¿no vemos muchos símiles? Bajo mi punto de vista, tenemos administraciones con un alto endeudamiento, con graves problemas de liquidez, y con problemas de credibilidad entre sus proveedores. Estructuras pesadas y poco agiles, con duplicidad y triplicidad de funciones entre administraciones. Y un ciudadano cada vez con mayor presión fiscal, menor nivel de prestaciones de sus administraciones y con un presupuesto cada vez más reducido (lo que supone unos menores ingresos a las arcas públicas). Por esto, y aprovechando esta nueva época en las administraciones, donde se están viendo cambios orientados hacia la eficiencia, acometamos de una vez por toda la tan solicitada reestructuración de las administraciones públicas. No podemos seguir ni un día más, con una administración ineficaz, anclada en épocas pasadas y únicamente obsesionada por recaudar de un mercado cada vez más pequeño. Hemos de acometer las medidas necesarias para no solamente tener ciudadanos eficientes en nuestras administraciones, sino administraciones eficientes, con dirigentes eficientes que cumplan con las funciones para las que fueron concebidas de una forma eficiente.

            Y al igual que en las empresas se apoyó el cambio en interim managers, nuestras administraciones deberían de utilizar estos profesionales para gestionar el cambio en nuestras administraciones públicas.

            Pensemos que un interim manager, a lo largo de su dilatada experiencia profesional, ha tenido que afrontar distintos procesos de gestión del cambio, conociendo perfectamente su complejidad. Este tipo de procesos conllevan decisiones de gran implicación para el futuro de nuestras organizaciones y que por tanto debemos de contar con aquellos expertos que nos garanticen el éxito de dicho cambio.


           Lo primero que debemos de plantearnos, es que cualquier cambio y/o reorganización de una administración, tiene que estar orientado a dar una mayor eficiencia y eficacia la misma, independientemente de cual haya sido el factor o factores que hayan originado la misma, es decir, deberemos reducir el coste de nuestros recursos, para ser más eficientes tanto en costes  como en la función encomendada, es definitiva, ser capaces de mejorar nuestra “productividad”.

            Esto que dicho así parece bastante simple, no lo es. Para ello, requeriremos de personas muy especializadas en estas situaciones, y con las que las administraciones habitualmente no cuentan, ya que afortunadamente estas situaciones se producen ocasionalmente. En ello, la figura del “interim manager” se vuelve prácticamente indispensable, ya que podremos incorporar durante este proceso a una persona o varias personas, con larga experiencia en estos procesos, y  nos guiaran en la toma de decisiones y en su aplicación, buscando el resultado óptimo en los procesos de reorganización.

             Desde mi experiencia, y por el conocimiento que he tenido de la administración pública a todos los niveles (nacional, autonómico, provincial y local) el tema es mucho más complicado que todo esto. Lo primero que deberíamos de determinar, es la causa o las causas que originan la necesidad de reorganizar nuestra administración. Tendríamos de estudiarlo, no solamente en el pasado y presente, sino cual es la previsible evolución de todas esas casuísticas, para tenerla en cuenta en nuestra propuesta de reorganización. Pongamos un ejemplo, supongamos que el motivo que origina en nuestra organización la necesidad de reestructurar es una bajada de los ingresos, que provoca un desequilibrio financiero en nuestra organización. Deberemos de disponer no solamente de una evaluación total de cuál es nuestro desequilibrio hasta la fecha, sino de una previsión de ingresos para los próximos años, y cuál será su impacto sobre nuestra organización y cuales los costes asumibles desde ese escenario previsto. Solo así, podríamos empezar a definir algunos aspectos clave de nuestro proceso de reestructuración, para asegurar su viabilidad, idoneidad y pormenorizar los efectos reactivos sobre la organización.

             También debemos de analizar, y más en el ámbito de la prestación de servicios al ciudadano, cuales son los mínimos que tenemos comprometidos con nuestros ciudadanos, y que nos hace competitivos. En definitiva, igual que en una empresa privada, se busca que cualquier proceso de reorganización no afecte a la capacidad competitiva de la misma, en el ámbito de la administración pública, nunca una reorganización puede suponer una pérdida o merma en la capacidad prestataria de servicios al ciudadano. Por ello, deberemos de estudiar como optimizar nuestros procesos y flujos de trabajo, para poder ser más eficientes, comprometiendo menos recursos. Y es esto, una de las casuísticas de la administración, que hace “especiales” sus procesos de reorganización.

            A diferencia de las empresas privadas, donde los procesos y/o flujos de trabajo pueden, tras un exhaustivo estudio, transformarse para su mejora con relativa facilidad, esto no es así en el ámbito de la administración pública. En este caso, muchos de los procesos vienen determinados por disposiciones legales, y su modificación supondrían necesariamente cambios en estas disposiciones que sustentan dichos procesos, y esto no siempre es posible, ya que la modificación de estas disposiciones pueden encontrarse fuera del ámbito de la organización publica fruto el proceso de reorganización. Es aquí, donde nace una nueva figura dentro del marco de nuestra administración, necesaria para poder acometer con éxito los procesos de reorganización necesarios. Sería el “comité gestor del cambio”, que debería de ser un equipo compuesto por políticos, funcionarios, y expertos en procesos de reordenación. Dentro de este equipo, los funcionarios, por su experiencia en las distintas áreas susceptibles de cambio, darían una visión clara de cuáles son los actuales procesos, cuales son los puntos críticos en cada uno de ellos, y las implicaciones sobre los recursos públicos comprometidos. Por otro lado, la figura de los dirigentes políticos, actuarían como facilitadores y/o mediadores sobre las actuaciones con implicaciones en las disposiciones vigentes y su interrelación con otros niveles de la administración, pudiendo mediar para su cambio y/o adaptación  y permitir  así, los procesos de reestructuración. Y por último, aparecerían los expertos en procesos de cambio o “interim managers”.

            Al igual, que en un equipo de futbol, cuando tiene problemas, se ficha al mejor entrenador, también deberíamos de fichar en nuestros procesos de cambio de la administración a los mejores para liderar el mismo. Personas con amplia experiencia en procesos exitosos de cambio, entendiendo por exitosos aquellos que tras su aplicación, hayan llevado a la organización a una mejora de su posición competitiva. Además, tampoco podemos dejar de lado el entorno que deseamos reorganizar, que es el de las administraciones públicas, y estas tienen toda una casuística diferencial, que necesariamente estos expertos deberán de conocer y entender.

            En otros países, como puede ser el caso del Reino Unido, esta misión ha sido encomendadas a expertos “interim managers”, de tal forma que la administración pública además de contar con el asesoramiento de un experto en ese “comité gestor del cambio” para la definición, planificación y diseño de ese proceso de reorganización, dispone de una profesional altamente cualificado en estos procesos y conocedor de la idiosincrasia de la administración pública. Este hecho le permite al “interim manager” poder también liderar la ejecución de dicho proceso en la organización con las máximas garantías de éxito. Este es el principal motivo, por el que un interim manager dota de valor añadido la oferta como experto en procesos de cambio organizacional, ya que el contar con su experiencia en liderar este tipo de procesos, así como su posterior transferencia del conocimiento a la organización, asegura en todo momento un cambio exitoso, pormenorizando la componente traumática que conlleva todo este tipo de procesos.


              Por ello, creo que en el proceso del cambio de las administraciones públicas, al que necesariamente deben de hacer frente nuestros nuevos representantes, deberemos de apostar por modelos innovadores que han dado resultado en otros países, y por ello creo que llegó el momento de que la figura del “interim manager” entre en las administraciones, empiece a jugar un papel determinante en los cambios organizacionales dentro de la administración pública, tal y como lo está haciendo en el ámbito de la empresa privada.

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